
Texto:
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por
todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven ya no
vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Corintios
5:14-15)
En el contexto de estas palabras el apóstol trae a consideración las razones de
su fidelidad en el ministerio, o nos dice por lo cual se expuso a un trabajo
tan duro, de tanto peligros y tantas calamidades.
Aquí el cita tres grandes motivos: Primero, su esperanza de una bendita
inmortalidad: "Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda
temporal, se deshace, tenemos un edificio de parte de Dios, una casa no hecha
de manos, eterna en los cielos" (v1).
Segundo, el terror del juicio final: "Porque es necesario que todos
nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba
según lo que haya hecho por medio del cuerpo, sea bueno o malo" (v10).
Tercero, el inefable amor de Cristo: "Porque si estamos locos, es
para Dios; o si estamos en nuestro juicio, es para vosotros" (v13).
Pero ninguno de sus potentes argumentos puede ni debe ser separado del mayor y
esencial: "Porque el amor de Cristo nos constriñe". De manera, pues,
que es el deber y propiedad de la vida espiritual referir todas nuestras buenas
y valiosas acciones, no al yo, sino a Dios.
Un Cristiano no es un hombre de si mismo, y por eso no
debe vivir para si mismo, y esto por la simple razón de que todo su ser es del
Señor: “Porque ninguno de nosotros vive para si, y ninguno muere para si. Pues
si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así
que, sea que vivamos o que muramos, somos del Señor" (Ro.14:7-8).
Por causa de la redención de Cristo nuestras relaciones, posesiones, disfrutes,
condiciones de vida e intereses son propiedad de Dios, pues El como nuestro
redentor tiene el poder y el pleno derecho de poner reglas a nuestras vidas.
Si somos pobres, esta pobreza debe ser vivida según las reglas de Dios, y si
somos prósperos de la misma manera vivirla de acuerdo a lo que El manda.
Amen.